6.11.08

Novela corta y trunca:

Capítulo I

Tanteó con los pies para ver dónde estaban las pantuflas. Con su paso cansino llegó al baño. Lo primero al mirar el espejo, fue tocarse con la mano no menos áspera, la barbilla.
-Otra vez me tengo que afeitar- pensó Delfor.
Habiéndose ya afeitado, bañado, y tomado unos mates con radio, salió de su pieza. Se cruzó con Nilda que, para variar, estaba mirando como a la nada. Pero Delfor sabía que hasta hace un segundo atrás seguramente lo había estado mirando a él. No le gustaba para nada esa mujer. Le daba escalofríos su presencia. Sobre todo desde que a ella se le había muerto la hermana con la que vivía.
Pronto, en la vereda se tuvo que ocupar de pensar si no se había olvidado las llaves del local arriba. Pero a pesar del sueño, las tenía efectivamente en el bolsillo de atrás del pantalón.
Hizo las doce cuadras hasta la bicicletería tratando de meter la nariz dentro de la bufanda, lo que le propició un dolor de cuello terrible, del que no se dio cuenta hasta que llegó a la puerta. Y ahí sentadita Florencia que, como de costumbre, lo estaba esperando desde hacía quince minutos. Entonces el sermón tan gracioso de todos los días. La piba gritoneándole a él. Entraron, subieron la persiana verde, y prendieron los tubos fluorescentes porque "el cielo dejaba mucho que desear".
-Florencia, acordate que hoy viene un pedido, ¿eh?.
-¿No te dije que llamó ayer para decir que no venía, el tarado ese?
-Sí, querida, pero yo llamé después para cagarlo a pedos. Así que sí, viene.
-Buá...- mordisqueó Florencia.


Capítulo II

- ¿Qué trajiste de comer?- preguntó Flor.
- ¿Vos? – desvió Delfor.
- Un pedazo de pan de carne y unas lentejas. ¿Vos?
- Me voy a comprar un sánguche de milanesa. Los de acá a la vuelta...
Flor se quedó sola, y a los dos minutos llegó el pedido que no quería recibir. Sandro entró muy despacio y, como de costumbre, se quedó parado y silencioso, al lado de la puerta, hasta que alguien se percatara de su presencia. Sin levantar la cabeza ella le dijo:
- Ya te vi, ¿eh?.
-Ah. Hola. Vine por lo de los... - y señaló el paquete envuelto en papel madera. También intentó esbozarle una sonrisa a Florencia. Pero era inútil. Ni se iba a dar cuenta.
- Permiso...
- ¿No te dije que pases?
- Ah. No te escuché... Perdoná la hora, veo que estás comiendo...
Florencia tragaba la comida y escuchaba. Ponía todo su esfuerzo en no prestarle atención. No fuera a ser que éste se pensara que ella se dejaba toquetear así nomás, por cualquier pelandrún. En cambio Sandro era tan torpe, que su enamoramiento se hacía alevoso.
Flor es constante en su forma de vestir; jeans, camiseta de mangas largas, y se pone siempre las mismas zapatillas. En la muñeca lleva una pulserita de cuero trenzado que le regaló su tía, cuando tenía ocho años. Pero nada demasiado colorido.
El atuendo de Sandro consta de: jogging, remera de algún grupo de rock, y zapatillas. Tiene el pelo castaño oscuro y muy largo, lo cual afina bastante los rasgos.
- Si querés avisame cuando termines, yo puedo esperar en la puerta.
- No, dale. Reviso todo ahora así ya te vas.


Capítulo III

- Bueno, listo. Está todo. ¿Trajiste factura?
- Sí, claro. Siempre me acuerdo de vos...
- Eeeeh, ... ya está ¿no? - dijo Flor, como echándolo.
- Sí, ... sí, ya está. Pero, -se apuró Sandro- yo te quería decir algo...
- ¿Qué?
- El sábado es el cumpleaños de Víctor, y yo sabía que vos sos amiga de la hermana... ¿vas a ir?
- Víctor será tu amigo, no el mío. Vos ya lo dijiste; la hermana es mi amiga. Así que no tengo por qué ir.
- Ah...
- Además tengo cosas que hacer, el sábado.
- Pero es a la noche -insistió-.
Entró Delfor con el último bocado de sándwich en la mano. Se hizo un poco el distraído cuando vio a lxs chicxs conversando.
- ¡Delfor! Cómo tardó. Ya lo iba a mandar a buscar.
- Hola Sandrito. ¿Viniste a visitarnos un rato?
- No. Vino a traer el pedido. Pero yo ya revisé todo. Está todo.
- Aguantá que lo llamo al Rodo, y nos trae unos cafés -propuso Delfor, que ya andaba sospechando del enamoramiento de Sandro desde hacía tiempo.
- Hay mucho para hacer, quedaron las dos de Doña Estelita, y hoy trajo la basura esa el de la pizzería -cortó Flor-.
- Pero, che, a esas dos petisas seguro hay que cambiarles los gomines por el desuso. Es una pavada. Y a la basura esa, ya la conozco como la palma de mi mano. Así que tanto apuro no hay. Sandrito, quedáte a tomar unos cafés.
- Gracias. Igual tengo un mandado en Capital. Y ya no quiero molestar.
Cuando Sandro se fue, Delfor la miró a Flor y le dijo:
- Mirá que sos parca, eh. El pibe tiene buena onda.
Ella no le devolvió. Se puso rápidamente a lijar unas cámaras.

...

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Año 2006.