15.7.10

Estoy muy emocionada.

Por primera vez en esta vida voy a ser sincera (:P).
En general, suelo ponerme del lado de la más absoluta indiferencia para con las cuestiones legislativas.
Mucho de soberbia, mucho de ignorancia.

Hace muchos años que decidí dejar de votar en elecciones porque no creo en la 'institución representación'.
Por eso mismo es que hasta no hace mucho tiempo, este tema del matrimonio -al ser este otra institución con la que ser regulan los afectos de las personas y se los traduce en papeles, o en derechos y deberes cívicos- me importaba bien poco, e incluso lo veía como una consigna sin sentido, o de menor prioridad.

Aún sigo sintiendo que la prioridad está en la lucha cotidiana, en el no permitir que siga habiendo violencia entre géneros, o incluso que deje de existir una categoría tal como la de género, no desestimando por supuesto el recorrido histórico de luchas anteriores, pero el no permitir más las brutalidades de este tipo que avasallan a los derechos humanos encabeza, junto con otras, mis preocupaciones.

No por suerte la información me llegó un poco mejor, me pude enterar más de los vericuetos 'técnicos', pero sobre todo seguí escuchando a las personas que no sólo lo apoyaban (como ya lo hacía yo), sino que se venían cargando a cuestas esta reivindicación que, lejos de ser simple, guarda también la hermosa potencia de 'una vida mejor para todxs', y una capacidad de argumentación muy fuerte y necesaria en contra de los mayores e ilegítimos núcleos de poder de estas sociedades en la actualidad.

Ahora, también puedo decir, como muchxs de mis compañerxs, que sí, que esto es un paso, que esto es un precedente, que esto es importante, que hay que festejarlo, que es un fruto nacido de una gran lucha, que deberá seguirse ramificando.



Y fue un placer haberlo compartido con tantxs de ustedes, desde ayer.


Agustina Páramos. 15 de julio de 2010.